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lunes, 20 de abril de 2009

DOMINGO DE RESURRECCIÓN



PARA MIS PAISANOS, UNA HISTORIA DONDE SE PLASMA UNA ANCESTRAL COSTUMBRE DE NUESTRO QUERIDO MENDOZA "DOMINGO DE RESURRECCIÓN", LOS NOMBRES SON VERDADEROS Y LOS HECHOS SON REALES, TRANSMITIDOS AL AUTOR POR UN HIDALGO CABALLERO, MI BUEN PADRE. ESTO ES UN TRIBUTO A MIS ABUELOS QUIENES NACIERON Y MURIERON EN ESTA HERMOSA TIERRA, CUNA DE GENTE GENEROSA, FERTIL Y VIRTUOSA EN SUS SUELOS Y HABITANTES.
Es sábado por la noche, en el caserío de Chaupimonte, provincia de Rodríguez de Mendoza, los pobladores se han acostado, procurando dormir temprano, buscando ser la familia ganadora al levantarse más temprano que los vecinos y festejar el “Domingo de Resurrección”, día en que “Taita Dios” resucita victorioso luego de su crucifixión y muerte en la cruz, y para este día ya los “chaupimontinos” se han venido preparando, es por eso que antes de ir a la cama don Marcos Grández lavó el “perolito” de cobre donde cocinará el lechón que sacrificó, la gallina, la yuca y demás potajes del que será el mejor banquete del año.
Atrás quedaron los cuarenta días de vigilia que se guarda antes de la “semana mayor” (Semana Santa) y es en estos cuarenta días que según la costumbre de los “Huayachos” y mas específicos de los “Chaupis” , no se debe ingerir alimento que contenga cualquier tipo de carne, en reconocimiento ayuno que guardó nuestro señor Jesús durante su permanencia en el desierto; y si esto les parece un elevado sentido de fe católica, pues es poco comparado con la fe profesada durante los tres días que anteceden al “Domingo de Resurrección”, y es que estos días los “moradores del Valle del Huayabamba” están prohibidos de comer carne, escuchar música, entonar canciones o silbar, realizar fiestas, clavar estacas o clavos o realizar cualquier faena que implique agarrar herramientas, etc.
Así transcurren las horas, y en la casa de don Marcos, al igual que en la de don Valbino Iberico o doña Agustina Villa no se ha podido “pegar un ojo” preocupados en ser los primeros en levantarse, y tocar el “perol” en señal de victoria, y de haber vencido al vecindario al levantarse más temprano a degustar de ese rico y suculento banquete, pues según la tradición, la hora más apropiada para hacerlo es levantándose a las cuatro de la mañana, siendo una buena hora para asegurar la victoria, y tocar orgullosamente el “perol” en señal de triunfo.
En las calles, la calma es eterna, solo se escuchan el cantar de las chicharras y demás insectos y bichos oriundos de nuestra selva peruana, y de rato en rato, un ladrido de alguno de los perros del vecindario rompe el silencio parcial de la noche, quizás, haciéndonos saber su posición vigilante y de alerta a cualquier individuo que trate de acercarse a la propiedad de su amo, o quizás, persiguiendo al “canchul” o al “huayhuashillo” , que intentan robarse los huevos o las “pondoras” (ponedoras); por lo demás todo transcurre en calma. En las casas, han transcurrido unas horas, y el estado de alerta e insomnio que viven sus ocupantes hace parecer que fuera una eternidad, acostados sobre el lecho matrimonial don Marcos y doña Dorila, de rato en rato entablan conversación, casi susurrando para no despertar a sus hijos.
- Dorila ¿estas durmiendo?, pregunta don Marcos
- No, no puedo dormir; ¿qué hora será?, contesta
- Debe ser casi “media noche”, prosigue
- Has “dejao” todo listo, no te has “olvidao” nada
- Si, ya lo “dejao” listo el “arrozum”, las “tronchas” y el resto.
El canto de un gallo los aparta de su conversación, y saben que tienen que dormir aunque sea un corto tiempo, pues necesitan recuperar las fuerzas que perdieron en el día, durante el ajetreo de los preparativos; además saben que el primer canto del gallo, coincidentemente, es en el transcurso de la una de la mañana y en esta oportunidad ya se escuchó cantar al primero de estos madrugadores animales, y junto con esté, casi en simultaneo, se comienza a escuchar el coro de cantos de los gallos del vecindario, como si estarían lanzándose retos con su canto.
El cansancio y el sueño termina por doblegarlos, y ambos se quedan dormidos, pero de rato en rato, la preocupación de la festividad próxima hace que despierten y vuelvan a dormirse en más de una ocasión. Así transcurre las horas hasta que un fuerte campaneo de un perol, los despierta; y no es otra cosa que la señal de victoria de doña “Agucha” quien en virtud por haberse levantado más temprano - cuatro y cinco de la mañana así lo confirma la radio a pilas Rayo Vac y las infaltables emisoras ecuatorianas que deleitaban con sus pasillos - toca el “perol” ayudada de su “huilla”, con el único propósito de levantar a todo el vecindario.
Es en ese entonces, que todos los vecinos, al escuchar tal campaneo, como impulsados por un resorte, saltan de la cama y ayudados por una linterna o un “tubular” corren a la cocina, ahora, la única esperanza de victoria es comer más rápido que los demás y poder tocar el perol en virtud de ser el más rápido en acabar el banquete.
- ¿Cuantos huevos vas a querer Marcos?, pregunta doña Dorila
- Siete u ocho, y “ponme” bastante “yuquita”
- Apúrense hay que “tragar” rápido para ganarle a la “agucha” y al valbino.
El banquete personal consistía en carne de res, chancho, gallina, medio cuy, seis, siete u ocho huevos según elección del comensal, plátano cocinado la infaltable yuca, una taza o mas de mazamorra de maíz, el suculento juane, entre otras cosas más. Más que un desayuno apresurado por la mañana, parecía una carrera de glotones y la única razón era terminar primero, y hacerles saber a los vecinos quien era el más rápido, ayudados por el campaneo del perol al ser golpeado con la huilla.
Don Marcos Grández, ya comió como par toda una semana y sólo le queda un pedazo de juane en su plato, lo coge, y dando el último bocado, sin esperar más se apresura en silencio, aun con el manjar en la boca, hacia donde esta su “perolito” y agarrándolo por el asa, sale al corredor de su casa y mirando hacia la casa de doña “agucha” y de don Valbino, golpea el perol una y otra vez con la “huilla”, dejándose escuchar el eco del campaneo.
- Me habrás “ganao” levantándote más temprano, pero no me ganas en tragar más rápido”
- pronuncia don Marcos Grández mirando hacia la casa de doña agucha.
Ese día, cuando los vecinos se reúnan, comentarán quien fue el que triunfó despertando a los demás y que familia terminó a comer más rápido, y aun los derrotados, disfrutarán sabiendo que tienen otra oportunidad más, sólo les queda prepararse y levantarse más temprano, y si es posible, no dormir el próximo “Domingo de Resurrección”.