Entradas populares

miércoles, 18 de mayo de 2011

DE VUELTA A MI TIERRA: CRONICAS DE UN MARCIANO



De vuelta a mi tierra querida la entrañable provincia de Rodriguez de Mendoza, luego de una prolongada ausencia y encarnizada lucha cotidiana por sobrevivir en la rauda Lima, me sentí más extraño que nido de “shihuín ” y es que coincidentemente arribé en una fecha festiva que aglomeraba a una muchedumbre que inquieta celebraba el “Día de la Madre” en el ahora colegio San Nicolas (para mi hasta ahora Escuela 18207 de mis amores).

Luego de tener un agitado día por la zona de Zarumilla, de haber puesto a prueba mi destreza para escapar rodando montaña abajo “volintineandome” por encima de la espina “sonchina”, huyendo de la persecución de unas poquisimas y agresivas abejas (mil, diez mil o veinte mil nada más) con cuyo panal me tope involuntariamente, y las que luego de descargar una batería de aguijones en mi cuerpo lograron lo que las planchas, ranas, canguros y todo tipo de ejercicio físico realizado en la milicia no logró con mi decadente cuerpo, pues en menos de lo que canta un gallo los musculos de mis brazos, piernas, mi lomo, cabeza y cuanta parte de mi cuerpo se pueda imaginar aumentó de volumen considerablemente debido a la inflamación de las picaduras que ni con el secreto de la abuelita (hechale moco me decía) lograba que bajase (le aseguro amigo y paisano que las cuatro o cinco primeras picaduras se harán sentir, las próximas diez o veinte ya no las sentirá por que su lomo estará adormecido; que razón tenía aquel ñacashca cuando me decía que la picadura de abeja en la cabeza duele más que los cachos).

Previo a continuar con mi relato, quiero hacer un parentesis porque si bien es cierto llegue de noche (9 pm. aproximadamente) a Mendoza, la mañana dio paso a mi asombro al descubrir que el jirón Huayabamba donde antes jugaba “poricoche ” o a “los trompos”, así como muchas de las calles del vecindario ahora estaban adornadas por boutiques de ropa, artefactos, boticas, financieras y otros tipos de negocios que no imaginaba encontrar allí; los domicilios habían desaparecido o se habían convertido en una suerte de “jiron de la unión” limeño. Pues para completar mi alucinante visita, durante las casi dos horas que duro el viaje desde Mendoza a Zarumilla (antes eran 18 horas de camino me cuentan los primeros pobladores de este paradisiaco paraje), de trecho en trecho me topaba con camionetas modernas y motos “tornado” que daban cuenta del progreso de nuestra gente, y disculpeme paisano si peco en hablar pero hasta ahora no concibo cómo algunos de los que fueron peones jornaleros de mi padre y que se movilizaban en vehículos “dodg” (es decir en dos pies) con ruedas radiales “bf goodrich” o “god year” (llanques dobles), ahora conducen orgullosos sus camionetas 4x4. Ah, y fue mejor aún cuando al ver que muchas de estos vehículos venían cargadas con “costalillos”, pregunte que era y me dijeron que estaban en época de cosecha de café; a S/. 13.00 Nuevo Soles el kilo nada más. Bueno dije, que bien que el progreso haya llegando a mi tierra, y que las mulas o las yeguas “rengas ” que los domingos veía pasar hacia el mercado, cargando chancaca o rajas de leña, hayan mutado y hoy tenga llantas, muelles y chasis; que aquellos paisanos que vigorosos caminaban alforja al hombro por las calles de mi pueblo hoy quieran transitar solo en carros y motos –“Ray amito” dicen, que va a pensar la cuma “lencho” o el cumpa “cashpete” si me ve caminando- ¿que será no amigo? Quizá el “tucsiche” o el “shirumbe de quinquin” que comieron nuestros paisanos estaba “contaminao” y provocó esta transformación.

Bueno, retomando mi relato, a duras penas llegué hasta el hotel donde me alojé “El Principe Azul” (sí amigo ahora hay varios hoteles, antes se dormía en los trapiches si recuerda, o había que “masearle ” la casa a algún familiar o amigo), allí me atavié con la mejor prenda que tenía y me dirigí, aún adormecido, al colegio San Nicolas, presto a mover la rabadilla y deleitarme con la simpatía de mis paisanos y con sus anecdotas que provocan carcajadas y que nunca faltan en este tipo de eventos.

Al llegar a la entrada del colegio, creí haberme equivocado y pensé que aún estaba en alguna ciudad costeña, pues los ambulantes se habían aglomerado y le dotaban de un pintoresco matiz a la noche; allí estaban presentes las alitas broaster, la salchipapa, el caldo de gallina, los anticuchos y no se que más potajes no oriundos, traidos, supongo, por la ola de migrantes que hoy abundan en nuestro terruño y que poco a poco están desplazando a los mendocinos natos, así como a nuestras costumbres y tradicones (debería ser una preocupación de nuestras autoridades el desarrollar proyectos sociales que tiendan a conservar y perenizar nuestras costumbres y tradiciones).

Ingresé al local del colegio siguiendo un callejón hecho caprichosamente por los comerciantes ambulantes, y estando dentro por un momento sentí nostalgia al pisar aquella “canchita” donde antaño jugue reñidos partidos de fulbito, y mis recuerdos revolotearon en mi cabeza aquella noche gris; presuroso busqué con la mirada algún rosto amigo dentro de la muchedumbre pero grande fue mi sorpresa al descubrir que en ese preciso momento yo era un marciano en aquel lugar; sonreía como idiota a todo el mundo esperando una respuesta amigable, pero vano fueron mis esfuerzos por cuanto era invisible en ese “neogentío” (léase nuevos cumpitas, nueva gente o nueva generación como quiera llamarlo); de rato en rato alguien a la distancia me hacía una seña de saludo quizá reconociendome o quizá compadeciendose por mi rostro lugubre (léase cara de “upa”, “sonso” u “opashcon”), pero al no poder recordar quienes eran los poco que me saludaban, tenía que recorrer a la ayuda del amigo que me acompañaba para identificarlos.

- Hola primo –me decían algunos de ellos-
- Hola “primasho” –le contestaba el saludo.
- ¿Que tal la familia, cómo están los tíos? –proseguía tratando de recordar quien era y preguntando por sus padres.
- ¡Hay primito! creo que el sol de Lima te ha vuelto “shonsho ”, ¿no te acuerdas que los tíos ya “pasaron a mejor vida” hace tiempo ya? –me contestaba mofándose de mi ignorancia o asombro.

Mi ingenuidad huayacha provocada por el jolgorio de esa música contagiante renacía en mi por un momento, y sin titubeos me ponía a pensar en aquella frase dicha momentos antes por mi interlocutor: “pasaron a mejor vida”; en silencio pensaba equivocadamente “que mejor que hayan “prosperao” y “superao” los tíos”, “derrepente “taitito amito” los a ayudao y se han sacado la Tinka, la lotería o el Gana Diario” (cómo habré estado de idiotizado en ese momento que no me daba cuenta que me quizo decir que habían fallecido hacía ya tiempo).

Así transcurrieron los minutos y no salía de mi asombro al ver como habían mutado mis paisanos, los adolescentes y jovenes hacían gala de sus mejores vestimentas, ataviados con aquellos artefactos e implementos utilizados por esa aberración de cultura citadina llamada “metrosexuales” (yo los llamo cojudeces); las damicelas desconocidas por mi, lucían vestimentas que resaltaban sus atributos de belleza, dotando a la noche de una apariencia de certamen de belleza propia de la metrópoli; hasta los perros se habían “apitucado” y su ladrido sonaba más entonado (parecería que dijeran “puta que gua, gua hon…”); el cantar de los gallos se oía diferente (creo que en ingles, frances o no sé yo que idioma “gallinez”) y si antes se les escuchaba cantar a la una de la madrugada, ahora pareciera que su reloj interno estaba descompuesto por que no se sabía a la hora que cantarían.

Al día siguiente de la celebración por el “Día de la Madre”, luego de haber libado unas cuantas frías y espumeantes cervezas (yo pedía a gritos mi potente huashpay o mi guarapo pero nadie me hacía caso …Uta que tas loco brother…, me decian unos chiquillos, ¿Qué es esa vaina hon..?); fui invitado a presenciar la inauguración del tendido electrico en uno de los barrios más populosos y organizados de la provincia: Onchic, y me causó alegría encontrarme con un amigo que, aunque algunos no quieran reconocerlo, es un propulsor de la prosperidad de ese barrio y de la provincia (como el hecho de que pronto empezará la construcción de una moderna capilla en honor a su santa patrona - ver foto-), me refiero a Edgar Mori mas conocido en el mundo artistico, de los “albazos” y las “verbenas” como “el chancho” (disculpa el atrevimiento, pero hasta ahora no sé el origen de ese sobrenombre), en realidad he quedado complacido por los proyectos en mente de este buen paisano, sólo falta optimismo y la colaboración de vecinos y de los que se sienten ser huayachos (no basta con decir serlo sino con sentirlo y demostrarlo) para cristalizarlos.

Mientras el crepúsculo daba paso al velo de la noche, frente al local comunal de Onchic, entre vasos de cerveza, cigarrillos y la grata compañía de amigos, las anecdotas, cual luciernagas que acompañan a la penumbra, afloraban de la boca de los que disfrutabamos de esa tibia noche a la luz de la luna, ensombrecida por la luminosidad de una luminaria recientemente instalada para la inauguración; es allí que me entero de las virtudes poeticas de uno de los amigos que nos acompañaba, quien presuroso me comentó que para enamorar a su actual esposa, él había desarrollado la habilidad literaria de escribir poemas, uno de éstos caló en mi mente por su peculiaridad e inspiración; decía así:

“Aquella tarde de verano,
Bajo ese sol radiante,
Cuando la nieve nos envolvía”

Como se habrá inspirado este “ñacashca”, o como habrá estado de “templao” que es el único ser en la tierra que puede contemplar nevar en una tarde de verano y, lo que es más, que la nieve no se derrita bajo un sol radiante (y yo estaba dudando de san martincito de porres cuando decían que había juntado a perro, gato y raton; gracias paisita por devolverme la fe en san martincito). Con esta “inspiración” con olor a sandez y otorgandole todo el credito a mi amigo por estos dotes artísticos, arribé a una disyuntiva hipotetica en mi pensamiento: Si es correcto pensar que el amor te vuelve “upa” o es que su poder es tán magno que no hay imposibles ante él.

Bueno para terminar, otra de las anecdotas que recuerdo claramente es aquella donde un paisano que a pesar de estar casado se había enamorado de una paisanita que padecía de una cojera permanente, dicho de otra manera en la jerga del “buen amante” ésta era “su canal 2”, “su calentao”, “su huayna”. La esposa e hijos del enamoradizo paisano, al enterarse de su relación con la “cojita”, obviamente le recriminaron diciendole:
- Papá, ¿cómo es posible que te enamores de esa mujer y encima es coja todavía?; a lo que éste astuto huayacho contestó:
- ¿Y qué? ¡No me molesten caracho, acaso yo la quiero para que corra o para que sea maratonista!
Con esta rápida respuesta nuestro amigo provocó la risa de la esposa e hijos y apaciguo la colera que antecedía el dialogo.

Ah, y la ultima anécdota que me contaron fue esta que se refiere a aquella época cuando Mendoza hacía uso de un motor generador para tener energía electrica; pues en aquella oportunidad llegó a la provincia un candidato para diputado y este vivaracho postulante, con la sagacidad que despierta las campañas electorales, al enterarse que la provincia sufría por energía electrica, hizo su ofrecimiento de esta manera:

- ¡¡Señores, si me dan su voto yo me comprometo a traerlos un motor generador de 250 Caballos de Fuerza (250 Hp)!!

Al escuchar esta promesa uno de los asistentes al mitin levanto la mano y con voz decidida y fuerte dijo:

- ¡¡Señor candidato, “diosito lindo le oiga” y si usted se compromete con eso, nosostros nos comprometemos a dar todo los “potreros”, el “gramalote” y toda la “inverna” para los 250 caballos!!.